En el Colegio Reggio seguimos un enfoque educativo humanista, donde procuramos encontrar la relación de determinadas prácticas educativas con aspectos más profundos del desarrollo del ser humano. De este interés surge el inicio de una Tesis centrada en el Aprendizaje de la Lectoescritura y su relación con aspectos subyacentes más complejos y profundos. Introducimos aquí una pequeña parte del análisis que vamos realizando dentro de esta Tesis en relación al Aprendizaje de la Escritura.
En esta parte, analizamos la relación del aprendizaje de esta praxis lingüística con aspectos de mayor envergadura como son la construcción de una identidad y la entrada en una cultura, siendo la escritura un acto de identificación y diferenciación cultural al mismo tiempo. La escritura es un acto identitario, es un acto personal. Cuando el ser humano escribe, deja huella; una huella propia. Sin embargo, es también un acto de identificación con su propia cultura y su grupo social.
En un primer momento, el acto de escribir es un acto estructurante, subyace en él como bien apunta Calmels, la ley del padre. Es un acto de control de los propios impulsos más corporales, implica una renuncia de la parte más animal, para entrar en la cultura, con unas normas y unos mínimos: los renglones, las pautas, el orden… La renuncia del yo por el deseo profundo de pertenecer a un grupo, a una cultura.
Sin embargo, cuando la herramienta está adquirida e integrada, la escritura se puede llegar a usar como transgresión de la norma o forma de expresión y transformación de las ideas propias. Pasamos así, de un acto gráfico que implica una sumisión frente a la ley, a un acto de liberación del psiquismo, un acto de protesta, como apunta Calmels. La escritura se convierte entonces en un acto reflexivo y un acto creativo. Un acto dialógico con un otro, muchas veces ausente, que formaliza y produce pensamiento, y lleva un determinado conocimiento a un espacio de mayor complejidad. Un espacio no transitado antes.
El acto de escribir implica pues un proceso en el que se entra en la cultura para después salirse, para poder liberarse después, hacer un acto de crítica y transformar la propia cultura para llegar a un lugar nuevo, avanzado, de progreso. Podría ser un proceso en el que se entra en la cultura para después expandirla.
Es aquí donde conectamos con Paolo Virno y la explicación que hace de la, para él “anti-intuitiva”, tesis del filósofo Simondon. Desde este punto de vista, la singularidad no se desdibuja en el colectivo, sino que se afina y es en la vida en grupo y en lo colectivo donde la individuación se potencia a sus estados de máximo desarrollo. Es así y en la identificación del ser humano como individuo social y gracias a los ojos de los otros, que se produce el paso hacia el “sí mismo”.
Conectamos así el acto de escritura con un acto de individuación en los términos que defiende Paolo Virno, relacionando las conclusiones que este autor hace del acto de “hablar”, con el análisis que aquí realizamos sobre el acto de “escribir”. De la misma manera que Paolo Virno habla de la facultad del habla como potencial, la escritura es una facultad del ser humano vacía en un primer momento. Hace falta para llenarla que el individuo la “encarne” como proceso inherente de individuación. Paolo Virno defiende que cada miembro de la especie se convierte en un individuo precisamente porque encarna la facultad de hablar, la llena, la convierte en algo personal. ¿Ocurre lo mismo con la escritura? Entra aquí el debate entre el aprendizaje de la escritura como mero proceso de alfabetización a su uso más creativo, simbólico, capaz de abrir el propio campo de la conciencia y llevar al ser humano a un camino de transformación.
En este sentido y partiendo de estas ideas más complejas, cuando nos encontramos con casos de disgrafía, estamos ante una problemática de un orden más profundo y es necesario verlo desde este lugar para no intentar compensarlo con meras prácticas que se queden solo en la superficie del iceberg, un iceberg que entraña un entramado complejo de variables en interrelación. ¿Qué imagen y esquema corporal tiene construido un infante? ¿Tiene alguna dificultad en mostrarse y dejar su huella? ¿Por qué no puede in-corporar/encarnar un niño/a esta práctica? ¿En qué grado está dispuesto -o no- a mostrarse? ¿Y a hacer esa primera renuncia del yo? ¿En qué medida se le está permitido diferenciarse?
Como vemos, el acto de escritura engloba variables que se mueven más allá de lo puramente grafomotriz y fonológico. El acto de escribir es un acto que no solo implica el uso del cuerpo, sino que lo atraviesa. Cuando un niño se adentra en el aprendizaje de la escritura, se adentra también en elementos de mayor trascendencia como son el acceso y construcción de su propia corporeidad, el acceso a su cultura, a la construcción de una identidad, así como al acceso y uso de un mundo simbólico, capaz de elevar al ser humano hacia posibilidades más amplias, ligadas al autoconocimiento y la autotransformación.
Beatriz Ituero. Departamento de Orientación Colegio Reggio.
Referencias:
-Calmels, D. (2014). El cuerpo en la escritura. Buenos Aires: Editorial Biblos.
-Virno, P. (2005). Cuando el verbo se hace carne: Lenguaje y naturaleza humana. Madrid: Traficantes de Sueños.