Loris Malaguzzi revolucionó de muchas formas la educación infantil y la práctica pedagógica de los maestros. Sus aportaciones al modelo reggiano, lejos de ser directrices teóricas lejanas a la realidad, eran al contrario muy pragmáticas, porque creía que la pedagogía tenía que surgir de la práctica educativa y de la investigación constante. Una de las grandes revoluciones fue el cambio de perspectiva con respecto a la documentación generada por los profesionales de la educación.

Siempre se ha documentado en las escuelas (a través de la recogida, recopilación y organización de textos, fotografías, trabajos de las diferentes actividades didácticas), pero se trataba de actos de cierre al final de un trimestre o de un proyecto concreto, como resumen de lo ocurrido, memoria, evaluación a posteriori. De cara a las familias, la comunicación ponía el énfasis en los productos finales de los niños (dibujos, escritos, manualidades…) o en eventos señalados (la fiesta de fin de año, una excursión, una actividad especial…). Este tipo de documentación, sin embargo, no consigue rescatar los procesos de aprendizaje de los niños, la búsqueda y la atribución de significados de lo que les rodea, el diálogo con sus pares y con el adulto, la generación de hipótesis y teorías, las conquistas y los descubrimientos cotidianos…

Gianni Rodari, pedagogo, escritor, maestro y amigo de Malaguzzi solía decir que “las cosas cotidianas contienen secretos maravillosos para quienes saben observar y hablar sobre ellas”.  Por eso Malaguzzi pidió a las maestras de las escuelas infantiles que tenía a su cargo que se reinventaran, que se convirtieran en investigadoras, periodistas, buscadoras de lo extraordinario en lo cotidiano. ¿Cómo se acerca un niño a conceptos de lógica y matemática haciendo construcciones? ¿Cómo surge el interés natural para leer y escribir y qué propuestas y materiales fomentan ese proceso? ¿Qué hipótesis y teorías científicas desarrollan los niños espontáneamente durante el recreo en el jardín? ¿Qué relaciones y aprendizajes se dan en el momento de la comida? Libreta, lápiz, grabadora, cámara de foto o de vídeo en mano, empezaron a documentar a diario los procesos de los niños, a observar las dinámicas que surgían en el grupo, a rescatar frases y trazos gráficos, a tomar nota en hojas de registro cada vez menos improvisadasAprendieron a interpretar, juntas con sus compañeras, toda esa información, a encontrar en ella un sentido, a rescatar los procesos individuales y colectivos, a generar paneles de documentación con los que empapelar las paredes de la escuelagenerando esa “segunda piel” que cuenta una historia que, si no, sería invisible.

Poco a poco se hicieron evidentes las múltiples ventajas que conlleva este tipo de práctica.

La primera es que, a través de la documentación, las maestras generan un diálogo con las familias. El panel en la entrada de la escuela o el archivador con los registros diarios disponible en el aula, el email semanal, las secuencias fotográficas, las grabaciones, las frases de los niños… todo este material supone un extraordinario instrumento de comunicación hacia el exterior, que visibiliza lo invisible e intangible (pero extremadamente valioso) que ocurre día a día en la escuela. “Lo que no se ve no existe”, decía Malaguzzi para convencer a su equipo sobre la importancia de esta práctica.

La documentación pedagógica además es un extraordinario instrumento didáctico para alumnos y maestros, porque ayuda a mantener la memoria del recorrido llevado a cabo, les enseña su evolución, les permite ser conscientes de lo que saben y cómo han llegado a ello. Es un método de evaluación continua y global del grupo y de cada niño/aque se centra no tanto en los logros que se van alcanzando, sino en los procesos y la evolución de cada uno. Es un cambio de mirada, porque lo importante es el camino (o, mejor dicho, los múltiples caminos posibles), más que el resultado final.

También es un excelente método de evaluación y de debate para los adultos, porque ofrece la oportunidad de hablar de algo concreto, de hacerse preguntas, de constatar con los compañeros que hay muchas opiniones enriquecedoras.

Por último, pero no por ello menos importante, está el mensaje implícito que da el acto de documentar: hay un adulto que se interesa por lo que hace un niño o un grupo de niños, hace el esfuerzo de observar, recoger, interpretar, reflexionar sobre lo que ve, que es muy complejo y elusivo, complejo de descifrar. Esto es fundamental porque la imagen que los niños construyen de sí mismos y de la escuela deriva de esa mirada adulta.

Nuestro recorrido con la documentación pedagógica empezó en el 0-3, en la Escuela Infantil Reggio, donde las familias encontraban cada día por la tarde, colgado en la puerta de cada aula, el “Día a día”, una narración hecha de fotos y un breve texto en la que la pareja educativa rescataba y daba visibilidad a algo importante que hubiera pasado durante el día.

Posteriormente, inspirados por nuestras visitas a las escuelas de Reggio Emilia, decidimos elaborar paneles de documentación fijos para diferentes zonas de la escuela, pensados para contar con palabras e imágenes la esencia del proyecto pedagógico de la escuela, sus valores, su historia, las investigaciones y las conquistas de los niños y las niñas, los proyectos llevados a cabo con las familias. Nos formamos, reflexionamos, buscamos un modelo propio, practicando diariamente la observación y la documentación. Probamos diferentes soportes y formatos (paneles, videos, presentaciones, audio, web..), viendo qué formato y qué lenguaje era más adecuado para cada público.

En el Colegio Reggio la documentación pedagógica sigue estando muy presente y asume un nuevo rol, el de acompañar a las familias visibilizando también los procesos de construcción del conocimiento de los contenidos académicos, las investigaciones de los alumnos, los proyectos desarrollados en los Talentos. Los alumnos son objetos de observación, pero pueden transformarse también en documentadores activos, aportando así una nueva mirada a lo que ocurre en el colegio.

Documentar según el enfoque reggiano no es tarea fácil. A veces resulta complicado elegir qué documentar porque todo parece importante o, al contrario, no vemos inmediatamente la trascendencia de lo que está pasando delante de nuestros ojos y que, un instante después, ya se ha ido. Puede resultar difícil documentar en el aula, durante el desarrollo de un proyecto, entre otras muchas tareas, sin el apoyo de un compañero. Es complicado encontrar el tiempo para revisar el material recogido en forma de apuntes, fotos, videos, e interpretarlo, sintetizando en un panel o un powerpoint los procesos de aprendizaje tan complejos que se han dado en clase.

Pero lo que nos enseña la experiencia reggiana, y que cada vez vemos más claro desde nuestra vivencia, es que documentar no tiene que ser un fin en sí, sino un medio para mejorar nuestra práctica pedagógica.

Porque cuando documentar se convierte en una rutina diaria, en la que el adulto está constantemente en escucha activa y apertura hacia el niño, la documentación se transforma en un instrumento de trabajo extraordinario, que va mucho más allá de la producción de presentaciones para las familias o de un informe de evaluación. Se trata más bien de una elección ética, de un posicionamiento pedagógico, de entender lo que pasó, pero también de hacer que algo nuevo pase. Se trata de transformar nuestra mirada. Solo de esta forma la experiencia pedagógica en el contexto escolar puede ser verdaderamente ajustada y enriquecedora para niños y adultos.

Carola di Marco (Formadora de formadores).