La figura de Emmi Pikler merece un espacio y un tiempo para el estudio, la reflexión y para la comprensión, de esta herencia que nos dejó, su modelo pedagógico. Así nosotros, adultos comprometidos con la crianza, podremos integrar y vivirlo con nuestros niños, en nuestro día a día, en nuestra cotidianeidad, con la intención de poder acompañar a niños autónomos, capaces y libres en todas sus competencias motrices.
En estas líneas, humildemente, vamos a desgranar alguno de sus supuestos, siendo nuestra intención provocar desajustes en nuestras creencias, para dar paso a nuevas maneras de pensar y hacer.
Es interesante comprender todo lo que pudo marcar en las reflexiones de Emmi Pikler, así como entender como toda su historia de vida. Estos aspectos le dejaron una serie de huellas que marcaron su hacer, tan relevante para la educación.
La Segunda Guerra Mundial, (como era el sentir del momento, las familias desestructuradas, rotas… ), sus mentores universitarios y los posos que dejaron en ella como profesional de la salud, su marido pedagogo, la observación de su hija, su trabajo como asesora y guía de cientos de familias y niños como pediatra… todo influyó en ella y su manera de hacer y pensar. Un conjunto de sucesos que le llevaron a trabajar en una institución de niños de 0-3 años huérfanos o con padres enfermos o incapacitados. Es aquí en Lozcy, después de una gran crisis social, en donde dio lugar a una reflexión profunda que generó esta nueva forma de educar, en donde los resultados del trabajo con los niños, les convierten tanto a la institución como a ella, en grandes referentes sociales y pedagógicos.
Emmi Pikler principios pedagógicos
Gracias al papel de observadora con los niños y con los profesionales que se encargaban de su cuidado, Emmi Pikler comprendió que:
El niño es parte activa no pasiva
El niño es parte activa y no pasiva, de su propia evolución, que es competente motrizmente sin la necesidad de las interferencias del adulto en sus exploraciones. La importancia de la libertad de los movimientos de los niños y la conquista por ellos mismos de la autonomía.
Autonomía basada en las iniciativas de ellos, en sus propios intereses, los cuales les proporciona satisfacción para seguir avanzando en sus conquistas. Para ello necesita a un adulto que confíe en él, en sus posibilidades, que le dejen hacer para poder ser.
El papel del adulto es el de establecer una relación afectiva sólida y estable mediante miradas, intercambio de palabras, de su presencia, transmitiendo seguridad y proporcionando un espacio, un material y una vestimenta segura y pensado para el niño. Para ello es necesario dejar al niño en el suelo, en la posición horizontal y que él explore su cuerpo, sus manos, sus pies, su posibilidad de girar, de reptar, de volver a la posición inicial y continuar avanzando en todo su proceso de la adquisición de la verticalidad.
Libertad de movimiento
Al igual que dejamos al niño que participe en su libertad de movimiento, igual de importante es su juego, un juego libre, en donde el adulto piensa un objeto para ese niño y observamos desde el placer, la cercanía, qué hace ese niño con ese objeto; lo lleva a la boca, lo mira, lo hace sonar, lo lanza, lo une a otro objeto… hace acciones más complejas…. El no hacer por ellos, no es abandonarles, ni dejarles solos, es acompañarles en su autonomía.
Respetar rirtmos
Para ello hay que respetar. Respetar el ritmo de cada uno de ellos. Su ritmo no es el nuestro. Sin prisas, ni adelantándonos a procesos que no les corresponden.
Valor de la vida cotidiana
El valor de la vida cotidiana, de las pequeñas cosas del día a día. La comunicación verbal, la suavidad de los gestos, de la mirada, del contacto. La petición hacia el niño de participar, la capacidad de espera del adulto frente a la alimentación, a la higiene, al sueño… siendo momentos privilegiados de relación.
¡Cuántas cosas nos ha dejado Emmi Pikler! Cuánta mirada hay que poner en uno mismo y en el otro.
Con este pequeño escrito y estas grandes pinceladas, esperamos haber respetado el legado de esta gran pedagoga, y que pueda ser motor de reflexión para alguno de vosotros. Que, al menos, nos paremos a pensar en qué hacemos, para qué lo hacemos y lo más importante, para quién lo hacemos.
Asentemos las bases en esos primeros años de vida, para poder construir niños seguros y competentes.